Roque Dalton: Quiero ser un poeta revolucionario hasta la muerte

Cuando se bifurcan las palabras poesía y revolución, aparece en el centro —como si fuera su turno— el nombre de Roque Dalton, poeta salvadoreño de profunda sensibilidad ante la injusticia y la desigualdad, por la que vivió cárcel y torturas, sentencias de muerte y exilios.

Militó en el Partido Comunista salvadoreño después de desechar la doctrina socialcristiana tras una entrevista periodística que realizó al muralista mexicano Diego Rivera. En ese tiempo estudiaba Derecho en la Universidad Nacional de Chile, en 1953. Sólo pretendía cumplir con su deber, pero encontró a Rivera “en uno de sus malos momentos”.

“Empezó a responderme cortésmente las preguntas hasta que no sé por qué se le ocurrió preguntarme mi filiación política, entonces yo le dije que era socialcristiano. Entonces él me preguntó, con aquella cosa exuberante que tenía, que cuántos años tenía yo. Yo le dije que dieciocho años. Me preguntó si yo había leído marxismo, yo le dije que no, entonces me dijo que tenía yo dieciocho años de ser un imbécil, y me echó”, rememoró Dalton en una grabación para Radio Habana Cuba que fue trasmitida en 1963.

El Salvador con otros ojos 

A su regreso a El Salvador, después de haber leído unos cuantos libros sobre marxismo, descubrió un país que “nunca había visto” y se sintió estafado por la venda que le habían tendido sobre sus ojos al ver “un país donde la gente se muere de hambre, se muere de miseria, de enfermedades, de explotación, terriblemente angustiada por un destino en el cual está sumergida sin siquiera tener clara conciencia”.

Esta realidad que antes no había enfrentado lo hizo derivar vertiginosamente hacia la poesía para hablar del Pulgarcito de América, como supuestamente bautizó literariamente a El Salvador la Nobel Gabriela Mistral.

De repente me di cuenta de que yo tenía necesidad, real urgencia de decir un montón de cosas acerca de mi país, de los hombres, de lo que yo pensaba. Y el instrumento que hallé a mano —es posible que haya otros más importantes para cumplir esta función— pero el que a mí me pareció más justo y correcto fue la palabra escrita bellamente, que entiendo que es la poesía, y desde entonces yo, hoy, lo espero seguir siendo hasta morir: un poeta revolucionario que sí tiene verdadera conciencia de los problemas de su tiempo y que sabe positivamente que ha encontrado una verdad, esta vez, sí, definitiva”.

Dalton dejó constancia de que si alguien claudica en la lucha por la liberación de los pueblos, quien falla es esa mujer o ese hombre que claudicó, “no será la verdad, no será el camino escogido, no será la ideología (marxista)”.

El vigor del poeta

Dalton se forjó como poeta pensando en la belleza y en la revolución, en el amor y el humor, temas recurrentes en su obra. Pero también la observación le sirvió para trabajar como periodista, crítico literario y ensayista. Una de sus trabajos memorables es Miguel Mármol. Los sucesos de 1932 en El Salvador que recoge el testimonio de un sobreviviente de una masacre anticomunista para contar la historia de su país desde los albores del siglo XX.

El jurado del Premio de Poesía Casa de las América de 1969 falló a favor de Taberna y otro lugares porque se trató de “un poeta capaz de expresar con vigor lo histórico y lo íntimo en un solo y poderoso aliento”. Un poema político y dialéctico, que muestra las contradicciones humanas y la crítica revolucionaria.

Los intelectuales tendríamos que concurrir a la elaboración del nuevo tipo de relaciones entre el artista y la revolución, con absoluta conciencia de ese tipo de peligros. La última experiencia histórica nos demuestra que, precisamente por nuestras debilidades ideológicas, por nuestros prejuicios pequeño burgueses, por el tipo de sociedad en la que hemos estado inmersos y que tanto nos ha deformado, tratamos de preservar nuestra individualidad hasta territorios que contradicen las raíces mismas de nuestros ideales humanistas”, reflexionó Dalton en una hora de conversación con Mario Benedetti.

La muerte entre “amigos”

Nació el 14 de mayo de 1935 en San Salvador y esquivó la muerte en dos ocasiones en las cuales fue condenado por dictaduras salvadoreñas. La primera vez cayó el régimen cuatro días antes de que se cumpliera la sentencia. La segunda, un terremoto derribó una pared del calabozo donde estaba preso y logró huir.

El 10 de mayo de 1975, sus “compañeros” del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), con quienes había tenido discrepancias, decidieron asesinarlo. “De al lado tenía que venir esta bala, la única capaz de encontrarlo”, dijo Eduardo Galeano cuando se supo la infausta noticia.

Raúl Cazal

Escritor y periodista. Autor de los libros de cuentos El bolero se baila pegadito (1988), Todo tiene su final (1992) y de poesía Algunas cuestiones sin importancia (1994). Es coautor con Freddy Fernández del ensayo A quién le importa la opinión de un ciego (2006). Gracias, medios de comunicación (2018) fue merecedor del Premio Nacional de Periodismo en 2019. Actualmente dirige y conduce Las formas del libro.

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