Afganistán: triunfo y derrota; mentiras, acuerdos y promesas

Los taliban retornaron al gobierno afgano para malestar de algunos occidentales, concretando el asunto al ocupar Kabul, de donde habían sido expulsados mediante una invasión encabezada por EEUU. En aquellos tiempos habían fracasado las bilaterales —con observadores rusos y paquistaníes— y 6 meses antes se ideó invadir, para lo que se pretextó en el momento de efectuarla la persecución de un millonario terrorista, Osama Bin Laden, y a su yihad.   

El argumento para invadir fue el mismo que dio Joseph Biden para irse: sobre la base de una declaración de Donald Trump retiró sus tropas sin reconocer que ellas gastaron la friolera de 82.500 millones de dólares para entrenar un ejército oficial de Afganistán que asegurara la “democracia” y que no sirvió para nada. Se ve que para contento de élites políticas, militares y ciudadanos demócratas y republicanos las justificaciones cargadas de falsedades son bien recibidas acríticamente: de acuerdo con los tiempos hay mentiras vueltas escapes que en vez de viciosas se las hace ver virtuosas.  

La región —inestable por siglos— se ve sumamente observada hoy, centrando las consideraciones de las grandes potencias sobre el territorio no grande de Afganistán, tenido como punto insoslayable de grandes acontecimientos mundiales. Uno de los primeros del que se sentirán los efectos será el de la producción y exportación de droga prohibida. Contestarán al embargo económico con una conocida cadena que se inicia con plantación extensa de amapolas, obtienen opio y acaban inundando de heroína a sus vecinos, Europa y EEUU. Sin embargo, este hecho parece que no preocupa a las autoridades, acostumbradas como están a su producción, transformación y abastecimiento. 

El desarreglo que deja la salida de las tropas invasoras no fortalece a Biden como el mandatario que encabezará el replanteo estadunidense de retorno al escenario internacional como líder occidental, sembrando más dudas que certezas acerca del papel que espera desempeñar. Hay que decir que la derrota estadunidense (como muchos la entendemos) se concertó en los Acuerdos de Doha, capital de Qatar, en febrero de 2020: todo lo sucedido después se derivó de este precedente, hasta la imagen de un Kabul tan desordenado como en 1975 Saigón (que más de una generación conoce ya como ciudad Ho Chi Minh). 

A la Unión Europea (UE) parece que la causa más preocupante es la eventual migración de millares de afganos colaboracionistas de las fuerzas invasoras que intentaron occidentalizar el país y sostenían al gobierno y a sus gobernantes: el último presidente, Ashraf Ghani, huyó.  

El ingreso en masa de los afganos, en cierta medida como ocurrió con los sirios en 2015 (año en que recrudeció la guerra en su nación), es una posibilidad que aterroriza a esa unidad. La UE sigue estando muy temerosa, por lo que a poco de dejar su mandato, Angela Merkel voló a Moscú para coordinar con Vladímir Putin qué hacer en estas circunstancias.  

Reino Unido ya declaró a través de su mandatario, Boris Johnson, que no se puede pensar en una solución militar (algo por todos sabido), mientras desde París, Emmanuel Macron (esperando las señales eslavas que traiga Merkel) declaró algo más lleno de lugares comunes: “Europa no puede por sí sola asumir las consecuencias de la situación actual”. Sobre una eventualidad de aceptar más refugiados sostuvo que “debemos anticipar y protegernos contra flujos migratorios irregulares e importantes”. 

De acuerdo con fuentes europeas, los talibanes se prepararon militarmente en pocos meses de este año (lo que parece poco probable) para la toma del país, pero llevan por lo menos unos años visitando con delegaciones Moscú e intercambiando datos; con China la relación se remonta a varias décadas, desde que Pekín estaba enemistada con la antigua URSS y ésta invadía Afganistán. 

Pese a tener un número importante de fronteras, sospechado de expansionista, uno de sus líderes, Shahabuddin Delaware, ha declarado: “No tenemos la mínima intención de violar las fronteras de los estados de Asia Central y les podemos asegurar que haremos todo lo que esté en nuestro poder para impedir que el Estado Islámico (yihad) se instale en Afganistán”. Pese a lo anterior, tanto la fronteriza China como la cercana Rusia han hecho movimientos militares conjuntos y la última asignó instructores y personal a territorios de profusa población musulmana como Uzbekistán y Tayikistán, donde hay un escuadrón de helicópteros de ataque y 5 mil soldados, según el parisino Le Monde

Pese a las seguridades dadas por los dirigentes talibanes y las tranquilizadoras señales públicas que hace el embajador ruso en Kabul, Moscú teme por infiltraciones fronterizas a “territorios amigos”, como los mencionados anteriormente o el de Turkmenistán, y a algunos otros como Kasajistán (donde se ubica el cosmódromo de Baikonur) y Kirguistán. Se trata de repúblicas independientes que formaron parte de la URSS a las que Moscú considera “zona de influencia”. 

China es fronteriza unas decenas de kilómetros, donde viven los uigures musulmanes, que quieren una secesión e independencia de Pekín. Sin embargo, con la promesa recibida de no intervenir, los chinos han estado invirtiendo en minería afgana y esperan grandes rendimientos de sus inversiones, además del perfeccionamiento de la nueva Ruta de la Seda hacia Europa. 

Otra frontera, la de Irán —país controlado por chiítas— parece satisfacer garantías de respeto por los talibanes (sunnitas) hacia un puñado de los confesionales en su territorio, en tanto que Turquía dijo no desear más migrantes de los que ya tiene y que no servirá de “depósito” de la UE, ordenando acelerar los trabajos de un muro de contención. 

En tanto el musulmán Pakistán espera tranquilo y su enemiga India se inquieta por el apoyo del premier Narendra Modi al presidente huido y sus inversiones en el país. 

Lo peor lo pasarán mujeres, adolescentes y niñas, que —con seguridad— serán despreciadas y maltratadas por la más insólita y retrógrada teocracia feudal-conservadora.  

Ruben Montedónico

Periodista uruguayo que en Montevideo trabajó en CX 8 - Radio Sarandí (1972-76). En el exilio (1976-19859 escribió en El Día, México; El Nuevo Diario de Nicaragua y Agencia Nueva Nicaragua (1983-90). Asimismo, en México lo ha hecho en Novedades, La Jornada y Aldea Global de México (1998-2014). En la actualidad escribe regularmente en Uruguay para el Semanario Voces.

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