Feminismo contra la crisis

 
«La emancipación de la mujer no se hace posible sino cuando ésta puede participar en gran escala, en escala social, en la producción y el trabajo doméstico no le ocupa sino un tiempo insignificante. Esta condición sólo puede realizarse con la gran industria moderna, que no solamente permite el trabajo de la mujer en vasta escala, sino que hasta lo exige y tiende más y más a transformar el trabajo doméstico privado en una industria pública»

Federico Engels
El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado
 

Se ha dicho en diversas ocasiones que sobre los hombros de las mujeres recae la carga más pesada y cruel de la crisis económica que padece el pueblo venezolano, como consecuencia directa de un orden social en el que las mujeres son las responsables absolutas de las tareas de cuidado de la vida familiar y de la reproducción cotidiana y generacional de la mano de obra.

Detrás de una persona enferma, urgida de medicamentos, está el cuidado de una mujer. Detrás de las nuevas generaciones y de su alimentación, está la crianza, muchas veces solitaria, de una mujer. Lo mismo ocurre con el cuidado de adultos y adultas mayores, personas con discapacidad, pacientes de salud mental y con una larga lista de situaciones, casos y grupos que requieren cuidado (o no) que sólo son atendidos por las mujeres más cercanas.

Es el orden patriarcal de la economía capitalista, que tiene en el trabajo doméstico una de sus mayores fuentes de lucro y una de las más firmes bases de su mantenimiento político. La clave de la estructura patriarcal de la economía capitalista está en el aislamiento de la familia, mediante su reclusión al ámbito privado.

El capitalismo hace que cada núcleo familiar sea responsable de su propio mantenimiento. En su hegemonía, posiciona el discurso del “instinto materno” para naturalizar la asignación de las tareas de cuidado a las mujeres (sólo a las de las clases trabajadoras), de forma exclusiva y esclava.

De esta manera, el capitalismo no sólo se libra de tener que retribuir el costo del mantenimiento de la mano de obra, también hace de la supervivencia un asunto particular de cada familia, pues al aislar los hogares consigue evitar la organización de las clases trabajadoras, y además generar competencias en la búsqueda de mejores condiciones de vida.

Hoy ocurre en Venezuela que, incluso desde la política pública revolucionaria, la supervivencia de cada familia se sigue tratando bajo la norma de su reclusión al ámbito privado. No sólo se trata de un esfuerzo insuficiente, incapaz de dar respuesta a las numerosas particularidades de cada hogar, tampoco está bien dirigido, pues no apunta a la solución radical del problema.

El capitalismo, en su lógica de los privilegios, ha brindado ya diversas alternativas para la superación del trabajo doméstico. Claro, sólo para quienes pueden costearlo. En este sentido, ha convertido en servicios casi todas las tareas de cuidado, o ha desarrollado la tecnología necesaria para minimizar su carga.

Algunos ejemplos: los restaurantes, solucionan el problema del procesamiento de alimentos; la industria textil, solucionó el problema de la elaboración del vestido; las lavanderías y tintorerías, solucionan el problema del aseo y mantenimiento del vestido; las guarderías, geriátricos y centros de cuidado, solucionan el problema de las personas que requieren atención y apoyo particular. Entre otras numerosas alternativas a una gran diversidad de tareas.

Equilibrar las cargas para avanzar juntos

¿Y si esos servicios, o esos productos, dejaran de ser el privilegio de pocos? Esto ha ocurrido en ocasiones, la revolución pudo brindar algunas alternativas que llegaron a tener un alto grado de eficiencia. ¿Cuántas personas en Caracas se habituaron a desayunar en las Areperas Venezuela, pues el costo de un desayuno era igual o más económico que procesar los alimentos en casa?

¿De cuánta carga de esclavitud se libera a las mujeres cuando esto ocurre? ¿Cuánto es el ahorro en el tiempo de las mujeres que ahora podrá ser invertido en el desarrollo del país mediante el estudio, la investigación, la organización política?

Pero además merece la pena decir que la socialización del trabajo doméstico es también una fuente de numerosas soluciones a las complicaciones que padece la economía venezolana. Si una comunidad se organiza para solucionar el problema del procesamiento de alimentos y dar de comer a su propia población, ¿no es una alternativa más eficiente, equitativa y, sobre todo, transparente de la distribución de alimentos?

Si el Estado revolucionario negociara directamente con la industria el acceso a los alimentos, para ser distribuidos entre las comunidades organizadas, ¿no perdería sentido el comercio especulativo?

Se trata de servicios que no sólo pudieran brindarse mediante la política de organización territorial, sino también desde la organización sectorial, donde se exija a los patronos dar garantía de acceso a estos servicios a los trabajadores, donde se propicie la organización estudiantil para el acceso a tales beneficios desde los centros de estudio, entre otros espacios de una gran diversidad. Ya ha habido sustantivos avances en este sentido, pero su impacto pudiera ser todavía mayor.

En el caso de la salud, pudiera ser una gran alternativa la socialización del cuidado de las personas que requieran atención particular. En el contexto actual, el acceso a los medicamentos dejaría de estar bajo la suerte particular de cada familia y empezaría a ser un asunto público, que tendría mayor posibilidad de ser solucionado mediante el binomio Comunidad Organizada-Estado Revolucionario.

Pero también es importante mencionar que se brindaría a estas personas la atención especializada que requieren, se garantizaría que reciban un trato que respete y eleve su dignidad humana, lo que no siempre ocurre al estar recluidos en espacios privados.

En lugar de pensionar a las mujeres que llevan la carga de personas que requieran cuidado, sería más productiva una inversión estatal dirigida a brindar atención pública, según la espacialidad, a personas con discapacidad, adultos y adultas mayores y pacientes de salud mental.

Niñas, niños y jóvenes pudieran involucrarse en actividades formativas, recreativas y productivas, relacionadas con este tipo de labores, que además pudieran generar un intercambio generacional que garantizaría la transmisión de saberes, experiencias y memorias. Sería un dolor de cabeza menos para las mujeres pobres, y un provechoso cultivo para la construcción revolucionaria.

La socialización del trabajo doméstico atentaría contra las tácticas de guerra dirigidas a ahogar a las familias trabajadoras de la Venezuela bolivariana. Lejos de ser una utopía, es una alternativa concreta para la superación de la crisis y para la profundización de la revolución mediante la organización política. Es una línea transversal para la construcción del Estado Comunal que tanto clamaba el Comandante Chávez.

Eglims Peñuela Lovera

Investigadora feminista, de formación periodista. Experiencia dedicada al estudio de la imagen de las mujeres en los medios de comunicación y de la construcción del socialismo feminista.

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