Con o sin pandemia, el capital siempre expolia

La pandemia que se abate sobre casi todos los países es altamente contagiosa —en ciertos casos mortal— y altera diversos órdenes de nuestras vidas. Las vacunas en desarrollo redujeron tiempos de ensayo para ser aprobadas al inclinarse por autorizaciones de emergencia, admisibles en el momento presente.   

Por otra parte, se da ahora la lucha —con disputa mal encubierta— de los laboratorios por la conquista de los mercados —más allá de cumplimientos e incumplimientos— según el seguimiento, no siempre veraz, de los medios de comunicación. Y muchas cosas se deben aceptar —algunas conscientemente y otras inconscientemente— para inyectarse: sin ir más lejos, procurar atemperar, conducir, controlar y hasta reducir a una mínima expresión el Covid-19, obliga a admitir sin cuestionar que sea secundario el valor de los gobiernos; es decir, se acepta que empresas multinacionales, productoras de biológicos, impongan condiciones comerciales a los estados sin temor a alguna rebeldía, por lo que habrá quien pagará 12 dólares mientras otro —que adquiera el mismo espanta/atenuador del laboratorio— abonará 42 dólares.  

Que la relación de Pfizer y Argentina sea ejemplo: sabemos por el asesor político Jorge Rachid y el colega Gustavo Sylvestre que el laboratorio exigió como «garantía una nueva ley con bienes embargables que incluía glaciares y permisos de pesca. (…) Vienen acá a pasearse como si fuese una colonia. (…) Cuando digo los glaciares no es casual, porque hace dos semanas el agua dulce comenzó a cotizar en Wall Street. No nos olvidemos que el dueño de Pfizer es el fondo Black Rock, el mismo que trató de impedir la reestructuración de la deuda” (los fondos buitre). 

En el pasado las vacunas pasaban años para ofrecerse, lo que no ocurre ahora, sumando incertidumbre a las dudas sobre efectividad, adicionándosele el agregado de tiomersal, compuesto a base de mercurio, conservador del producto, sin proveer datos acerca de su cantidad en cada biológico, del que se dice no atenta (en otros casos) contra la salud, dando un argumento más a los contrarios a las inoculaciones previsionales.  

Mientras ocultan las condiciones en las cuales consiguieron el alivio pandémico, las autoridades de los países cosecharán aplausos públicos (es decir, la promesa de apoyos o votos a su favor) y una parte no menor de la gente sentirá percepciones de inmunidad: hay quienes afirman que los efectos durarán años.  

La mitigación augurada hace olvidar crisis y pandemias. Por ejemplo, qué hacer con la basura (plástica —que envenena los caladeros— común, industrial y nuclear) y en otro, el cambio climático: ambas no requieren vacunas, pasan por acciones de los gobiernos, importunados por el discurso que los denuncia y pregonan ONG —pese a ser improductivo— que generalmente no va más allá de una declaración.  

Como todo producto comercial, pese a las afirmaciones y los llamados de la OMS, un puñado de países con capacidad económica se abalanzó sobre el mercado, comprando y obteniendo promesas de que les venderán más del 90% de las vacunas (número mayor al de su población) de los laboratorios transnacionales que medran con ellas, en tanto a un número superior de naciones se destinará, primariamente, el exiguo resto. 

Con certidumbre se sostiene que acaparar el biológico empeorará la pandemia. «Los datos indican que nos dirigimos a un escenario en el que los países de altos ingresos pueden vacunar a toda su población antes de que los países de bajos ingresos hayan cubierto los grupos de alta prioridad”, sostuvo Andrea Taylor, del Centro de Innovación en Salud Global de la Universidad de Duke. 

Para ser justo, recuerdo que hay centros de estudio y elaboración que no participan de esas contiendas mercadológicas —lo que no quita que produzcan mensajes políticos— que palian, merman y amortiguan las acciones de las occidentales: señaladamente, Rusia, China y Cuba —alguna de pasado o presente socialista— poseen el común denominador de soportar sanciones del imperialismo en un contexto de competencia con guerra fría II.  

Entre otros asuntos negativos del momento crítico se espera un marcado deterioro de la calidad del empleo, del que no escapa el trabajo informal latinoamericano, que se ubica en el 55% —según la OIT— y es fuente de ingreso de millares de familias. La OMS, organismo de ONU, no considera las condiciones emergentes del nuevo mundo laboral, en tanto se escuchan exaltaciones de la derecha festinando que la pandemia haya llegado para demostrar que con menos trabajadores se alcanza una producción que asegura la tasa de la ganancia y pronostica un futuro donde reducirá más empleos mediante la aplicación de la robótica. En el fondo aspiran a que la sindicalización pierda sentido; la agremiación de trabajadores se reduzca, sumado a su deterioro —resultando una fuerza menguada. cuando no corrupta— recortando prestaciones y garantías laborales. 

Alguien como Vicenç Navarro, al que cito con frecuencia, afirma que «La industria farmacéutica es uno de los lobbies más poderosos e influyentes en EEUU y la gran mayoría de naciones europeas. De ahí deriva la preeminencia de que los específicos farmacéuticos sean para tratar enfermedades crónicas predecibles y no enfermedades infecciosas agudas menos pronosticables. Su eje ha sido una visión militar y policial del concepto de seguridad».  

Tras la pandemia —algún día ocurrirá— las corrientes conservadoras quieren delegarnos un mundo donde el trabajo se asimile a “su normalidad”, sin sentido colectivo y menos de solidaridad, fomentando el individualismo a través del teletrabajo; que sirva para aumentar el capital del empleador y —como generalidad— que estos, junto a otros, carguen y paguen deudas y empréstitos (nacionales y extranjeros), eludiendo esa expoliación la carga que debiera imponer el estado a alrededor del 1 % dominante. Se vive en el capitalismo (periférico o central, neoliberal y globalizado que aprovecha debilidades y ausencias de controles políticos) imponiendo reglas quienes mandan: los dueños del capital.

Ruben Montedónico

Periodista uruguayo que en Montevideo trabajó en CX 8 - Radio Sarandí (1972-76). En el exilio (1976-19859 escribió en El Día, México; El Nuevo Diario de Nicaragua y Agencia Nueva Nicaragua (1983-90). Asimismo, en México lo ha hecho en Novedades, La Jornada y Aldea Global de México (1998-2014). En la actualidad escribe regularmente en Uruguay para el Semanario Voces.

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