Beatriz Aiffil: La conciencia negra no es un color

Su nombre significa “la que da felicidad” y lo dice con habitual simpatía y se ríe. Beatriz Aiffil más que socióloga, graduada en la Universidad Central de Venezuela (UCV) en 1987, se autodefine como “militante del orgullo y la conciencia negra”. Cuando era estudiante universitaria, el profesor argentino Andrés Serbin le recordaba constantemente que ella representaba el Poder Negro en Venezuela.

Pertenece al colectivo de voces de mujeres negras, afrovenezolanas y afrodescendientes “Trenzas Insurgentes”. África es su conciencia, que la pandemia ha puesto a prueba a la humanidad, no sólo por quién recibe la vacuna sino dónde se prueba. “Se está poniendo en evidencia y en revisión todo lo que somos como humanos”. Adversa a quienes “hacen creer que no hay nada que buscar allí”. Como parte del movimiento social de afrodescendientes en Venezuela, ha sido comisionada a la organización de los actos relacionados con la elevación de Juana Ramírez, Matea Bolívar e Hipólita Bolívar al Panteón Nacional.

–¿A qué se debe que se intente imponer el tema estético cuando se habla de los negros y las negras?

—Es la moda. Estamos en mundo en donde prevalece el consumo y la apariencia más que el fondo de los procesos. Eso es lo que caracteriza a esta época. Por ejemplo, el uso del afro, que lo considero un arma política, en Venezuela y en muchas partes de mundo se ha puesto de moda, pero por la cuestión estética, entonces debemos debatir para que más allá de la apariencia, del cabello levantado que se ve bonito o que tú ahora vas a hacer que se vea bonito, esté el contenido dentro de la cabeza, qué significa llevarlo, cuál es el referente en el Black Power, en las africanas, en las mujeres y hombres que trajeron para ser esclavizados. ¿Es una resistencia? ¿Es una rebeldía? ¿Es un enfrentamiento con el poder establecido que te subyuga, secuestra, esclaviza, que quiere imponer sus normas? El debate tiene que ser que es una respuesta al grupo social que te discrimina, rechaza y aparta. La respuesta es “Yo sí soy negra, ¿y qué?”.

—En otros países esa respuesta ha sido grupal, a través de movimientos sociales y políticos.
—En Venezuela existe el handicap de eso que nosotros hemos llamado “mestizaje”. Qué físicamente existe, no hay duda de ello. Pero el mestizaje es también una ideología que se convierte en un apaciguador. Aquí se habla de que estamos mezclados y todos somos iguales. Eso hace que se retrotraiga, se inhiba las luchas del pueblo afro. Tratar de ser como todos los demás para no causar problemas. Desde la Colonia ha habido rechazo al negro y muchos han intentado integrarse a la sociedad. La manera fue blanquearse, parecerse a lo que está visto como bueno, aceptable, decente. Ser negro no es decente, no es lo ideal. Lo ideal es ser blanco, hombre y con plata.

—El ideal occidental.

—Es una norma desde la colonia el blanqueamiento, por ello se instauró la Real Cédula de Gracia al Sacar, pero con el mestizaje se instauró el mantenimiento de la tranquilidad social bajo el argumento de no dividir, de que todos somos iguales y nos entendemos en un ambiente de armonía, de cordialidad y resulta que el pueblo negro está oprimido, que se tiene que tragar su manera de ser y desrizar su cabello.

—Pero esa resistencia pareciera ser que es para ser admitidos dentro de la hegemonía.

—No hay un poder negro que se oponga a esa burguesía, a los herederos del mantuanaje como lo hemos visto a lo largo de la historia. Lo que existe es una vergüenza étnica de ser lo que eres. Entonces nadie es lo que es, sino lo que aparenta o lo que está aceptado por la sociedad. En Venezuela no existe esa confrontación con el poder establecido porque te mantuvieron bajo el velo de la igualdad.

La igualdad practicada

Aiffil sostiene que en Venezuela, a partir de la instauración del positivismo en la dictadura de Juan Vicente Gómez, se empezó a traer “gentes de pueblos europeos para blanquear nuestra población. Eso no salía en los periódicos y si salía, nosotros no sabíamos leer. Había una importación de gentes blancas para ‘mejorar’ la raza en Latinoamérica”.

—Los gobiernos y ciertos sectores sociales se ufanan de ello.

—Bajo el argumento que son “trabajadores”, que contribuyen al “desarrollo” del país, que aquí hay una cuerda de flojos, bandidos, cualquier cantidad de calificativos que se nos ha puesto históricamente a los pueblos indígenas y afro, y a la mezcla de estos dos. Pero haber creado colonias como una política desde los centros de poder o traer mano de obra para las petroleras, hizo que se fuese relegando más a la población afro, que habiendo salido ya de la esclavitud y tener supuestamente acceso a la educación, al trabajo, a las artes y la cultura, seguía subyugada.

—¿Qué ha cambiado con la Revolución Bolivariana?

—Entender que sí hay discriminación racial en Venezuela. A pesar de que la oposición dice que la revolución llegó para dividir.

—Antes, ¿estábamos unidos?
—Bajo ese velo de igualdad. Esa igualdad falsa. Hugo Chávez siempre habló de la “igualdad practicada”, como lo decía Simón Bolívar. Entonces comenzó a escuchar a los pobres, las mujeres, a las negras y negros, a los indígenas y se empezaron a dar cambios acompañados de políticas que se establecían a través de las Naciones Unidas, con la firma de pactos internacionales. No es que estábamos solos, sino que actuamos bajo la influencia de algo que está sucediendo en el mundo, que promueve la igualdad de las razas y las religiones, y en nuestro país, con la Revolución, Chávez tomó en cuenta la palabra del poder negro que, aunque reducido, tenía algunos voceros que habían estudiado las revueltas de negros desde 1553, desde los tiempos del Negro Miguel, que tomaron en cuenta las propuestas revolucionarias de José Leonardo Chirinos, que escudriñaron la oralidad en la testimonialidad de lo que fue la vida de Juana La Avanzadora o de Miguel Gerónimo Guacamaya, lo que habían sido los cumbes y tuvieron la posibilidad de conectarse con otros países, porque eso no lo conseguimos en los libros. Allí sólo conseguimos que la población negra fue traída de África para hacer trabajos en condiciones de esclavitud. Eso son solo tres líneas. Se le pasa por encima para que no te des cuenta de que la población negra, a la que no quieres pertenecer, estaba por debajo de la pirámide social, porque no eran consideradas personas.

—Los invisibilizaron.

—Hay que invisibilizar, no hay que contar eso mucho en la historia, no hay que darle referentes a los negros porque se levantan. Siempre hubo un miedo a la conspiración, a que los negros se organicen y exijan su participación en esta sociedad. Hay que sacar una foto de una graduación de médicos en la UCV para ver cuántos negros hay y otra de los trabajadores del Aseo Urbano. Cosas como estas te dejan en claro que sí hay discriminación, que sí hay un pueblo al que no se le permite ese fulano ascenso social. No hay que taparse los ojos. Si los afros tuvieron que huir a los montes, para escaparse de las haciendas, ¿de qué vivían en el monte? Tenían que agarrar gallinas que te permitiera subsistir a la intemperie. Entonces fundar los cumbes era una cuestión secreta. Se van a los sitios de difícil acceso para no volver a la esclavitud. Pero ahí se dan modelos de organización y de relaciones bajo condiciones diferentes al establecido por la esclavitud en las haciendas.

Negro Primero como símbolo

Razones tenían los negros para estar en las filas de los realistas cuando comenzó la Guerra de Independencia. Beatriz Aiffil se pregunta: “¿Quién te daba latigazos? ¿Quién era el que sometía a la esclavitud? ¿Quién te tenía prisionero? El criollo. Entonces, si viene un señor como José Tomás Boves que te ofrece libertad, igualdad, yo me voy con Boves. Lo que pasa es que en toda la historiografía no pueden mencionarlo sin anteponerle ‘sanguinario’, porque tienen que destruirlo”.

—Él también fue discriminado.

—Había blancos pobrísimos que eran discriminados. Pero el grueso de los discriminados eran los negros que no eran considerados personas. Boves aprovecha el descontento, la falta de libertad y arma su ejército. El Ejército Realista tenía negros en su haber, mientras el Ejército Libertador era una carrera militar que se le permitía al mantuanaje.

—En el Congreso de Angostura estuvieron en contra de eliminar la esclavitud.
—Se opusieron a Bolívar. Si estuviéramos en 1814, estaríamos con Boves. Chávez, también. Aunque él toma a Bolívar como elemento aglutinador, que a raíz de sus “visitas” a Haití y de la evolución que tuvo en su pensamiento, entendió que era necesario que todos participaran.

—Gracias a Alexandre Pétion.

—El compromiso con Pétion lo tomó como una de sus banderas: liberar a los negros que participaran con el Ejército Libertador.

—¿Pedro Camejo es un símbolo de los negros en la gesta independentista?
—Lo han puesto como un ejemplo de lealtad en su relación con José Antonio Páez, hombre a quien admiro.

—¿A qué se debe esa admiración?

—Vamos a tener claro que después tuvo su quiebre. Por eso digo que es mejor no hacer homenaje a nadie que esté vivo. Pero desde niño hasta su participación en esos batallones de llaneros de pies descalzos, es mi héroe. Es decir, yo hubiera sido Negra Primera. Pero ya existía Juana Solórzano, que la conocimos gracias a Reinaldo Mijares, que nos contó que le decía La Bizarra. No sé si Negro Primero, a quien también admiro, tenía varias mujeres. Pero en las condiciones que estaba él, un cimarrón, habría sido la Negra Primera. Páez dijo de él en su Autobiografía que era un negro muy inteligente e indudablemente valiente. He visto que muchos sacan pedacitos de lo escrito por Páez o que era medio ladrón, que se fue con “El Catire” porque le iba a pagar. Generalmente no cuentan todo para desmerecerle ser un símbolo de la Independencia. Así como esconden los elementos que pueden destruir a un personaje que quieren enaltecer, así sacan elementos humanos de personajes que quieren poner por debajo del tapete. Eso pasa con Negro Primero.

—Al parecer lo héroes deben ser perfectos.

—¡Santos! Y les han dado todas las herramientas para ser unos diablos, porque marginarlos, tirarle las migajas, traerlos en un barco metidos dentro de sus propias inmundicias, es para que nosotros estuviésemos destruyendo el mundo. Sin embargo, devolvemos sonrisas, trabajo y no estamos amargados.

El racismo actual

Aiffil habla del pasado y el presente, y ella es parte de la historia de las negras y negros, no se excluye. Sostiene que hay que construir en conjunto, “integrarnos, pero no de mentira. Todos tenemos los mismos derechos, pero te prometen hacer entrevistas y no te llaman, ofrecen unos espacios y el negro es el último de la fila. Si te dan un trabajo, el puesto es el que no se vea mucho porque si abren la puerta y ven a un negro puede causar rechazo”.

—¿Sigue siendo mal visto ser negra o negro?

—Sí. Es que pareciera que no.

—Estamos en contra del racismo, pero pareciera lo contrario.

—Cuando las negras y los negros cuentan sus historias salen elementos del racismo que no se ven. Sobre todo, las negritas por el color, las formas de sus nalgas cuando están en la etapa de adolescente o cuando están en parejas que te ponen en desventaja por la percepción de qué es una mujer bonita o decente. Incluso en familias en donde todos son negros que se inculcó que para ser decente hay que desrizar el cabello, vestirse con colores que no sean chillones. Es un protocolo de moda eurocentrista.

—Chávez decía que él no podía dejar de decir “mi negra” porque le costaba decir “afrodescendiente”.

—Al poder que uno se enfrenta, no lo usa por cariño. Lo usa despectivamente. En la esclavitud si el negro estaba en la calle, se lo llevaban porque tenía que ser esclavo en fuga. Nada le quedó mejor en la esclavitud que el color nuestro. Y ese epíteto, además, lo usó el colonizador para distinguirnos como su propiedad. Y nosotros en esta época, que no estamos en la esclavitud, sino de “esclavitud mental”, retomamos para oponernos a ese mismo colonizador que tiene otra figura hoy. Como decía Alí Primera…

—“¿Quién es el mantuano hoy?”

—Entonces yo le digo al mantuano hoy, que me dice “negra” despectivamente, para dominarme y mantenerme en mi sitio entre comillas: sí soy negra. Lo uso para insurgir. Entonces, Chávez habló del término negro, e incluso nos instruyó, porque él es un manual, a resignificar el término “negro”, que no es necesariamente malo y asociarlo al crimen, la basura, lo sucio, lo demoníaco, que es incluso una cuestión religiosa. Hay muchos defensores de la afrodescendencia, creo que no son…

—…Excluyentes.

—Soy negra y afrodescendiente. Los ortodoxos de la afrodescendencia, que dicen que negro es un color y fue el colonizador el que nos puso eso para descalificarnos y hay que quitarlo. Entonces habría que quitarse el apellido, porque todos son González, Pérez… tendríamos que cambiar el lenguaje, el término cimarrón que tanto orgullo nos causa hoy. Que somos rebeldes y no aguantamos el cepo nuevamente. Ese cimarrón, nos lo puso el colonizador. Ahora decimos negro por el color, pero debemos hacer que tenga un referente político.

–Existe la tesis de que los tambores de aquí son originarios, no vinieron de África porque cuando los secuestraron, los trajeron sin nada. ¿Qué trajeron los afrodescendientes?

—Vinieron los códigos, las canciones, creencias y todo eso fue recreado aquí, así como los tambores, compartieron tecnología de cómo trabajar el cacao, sembrar y pescar como lo habían aprendido en África. Lo que me impresiona es lo que no sabemos explicar porque hay un misterio; primero, por la negación de los blancos y, segundo, por la autonegación que hicimos de nosotros mismos, por la vergüenza, el endorracismo, por querer parecernos a los blancos. No todos fuimos cimarrones. Algunos vivieron toda su vida en las haciendas o casas donde estaban cautivos, como la Negra Matea que vivió con sus antiguos dueños hasta su muerte y vivió ciento y pico de años (risas). Se hizo familia de los antiguos propietarios. Pero hay en nosotras y nosotros esas ansias de libertad, que es propio de los humanos, pero como a nosotros nos fue usurpado ese derecho, hay una expresión interior que no la podemos explicar. A lo mejor sale en el canto, en la percusión, en el baile.

—No necesariamente toda explicación sale de la razón.

—Son códigos instalados en los genes, en la memoria, que a veces sale y se entiende por qué hizo eso o sucede algo. Eso es un misterio para las poblaciones afro.

—Lo real maravilloso tiene que ver con la cultura afro.

—Y la indígena. Aquí es muy diferente a lo que se pueda sentir en Trinidad o en las islas del Caribe. Allá no hay esa vergüenza porque estamos entre negros. Hay mayor respuesta, no así en Venezuela. Lo más maravilloso es lo que no sabemos explicar. Pero con la palabra llegamos a Chávez y le dijimos: “¡no nos metieron en la Constitución!”.

—¿No está en la Constitución los negros?

—Explícitamente, no. Y Chávez dijo, “¿qué es lo que quieren estos…? A bueno, méteme ahí, yo también soy afrodescendiente”, pero él no negó lo otro. El no dijo, negro, no; afrodescendiente, sí. Él siguió siendo negro y afrodescendiente.

—¿Qué arrojó el censo de población y vivienda de 2011 que se incluyó el autoreconocimiento?

—No se hizo la campaña adecuada, a pesar de haber realizados los videos, no se transmitieron en los medios porque existe un racismo estructural. El resultado fue que 0,7% de la población se reconoció afrodescendiente, 2,8% negro o negra y 49,9% moreno o morena, de modo que los números obligaron a los ortodoxos de la afrodescencencia a abrir el compás y hablar de negros o negras, morenos y morenas y afrodescendientes como una misma cosa, porque cómo se va a realizar políticas públicas con un 0,7%. Además, el uso de estos términos es una de las mejores formas que ha utilizado el poder dominante para mantenernos quietos. Nos entretenemos en eso.

Entrevista para Últimas Noticias

 

Raúl Cazal

Escritor y periodista. Autor de los libros de cuentos El bolero se baila pegadito (1988), Todo tiene su final (1992) y de poesía Algunas cuestiones sin importancia (1994). Es coautor con Freddy Fernández del ensayo A quién le importa la opinión de un ciego (2006). Gracias, medios de comunicación (2018) fue merecedor del Premio Nacional de Periodismo en 2019. Actualmente dirige y conduce Las formas del libro.

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