La migración que importa

La migración venezolana es una realidad compleja y dolorosa. Los países que se oponen a Washington en Latinoamérica la han vivido. Su gente se va. No me sorprende en lo absoluto y l@s aprecio (a l@s migrants). Entiendo sus motivos y extraño su compañía.
 
Por múltiples razones tengo la plena seguridad y certeza de decirte que en Venezuela hay una migración, un porcentaje del país importante que se ha ido. Muchos de ellos profesionales, con experiencia y talento. Oye a mí no me extraña. A mí lo que me extraña es que toda la gente no haya emigrado. Venezuela debe fallecer y renacer, en un futuro escrito y mas que visualizado: un enfrentamiento militar con una de las potencias militares más grandes del mundo. Y vivimos el colapso de una nación sin referencia dentro del capitalismo, que germina nuevas sociedades y estructuras. Mientras tanto, el estado de sitio rompe espaldas, estómagos y corazones. Y aun así, la «extrañeza» se levanta, se saca la sangre de la boca y continua resistiendo. 
 
Esa extrañeza me mantiene vivo, la narro, le tomo fotos. La dibujo. El por qué de esa conducta atípica venezolana ante el imperialismo es algo que no puede procesarse con la profundidad que se merece en esta fase de la historia. Todo sucede muy rápido pero lo que sí podemos vislumbrar es el camino. Esas son las condiciones de migración. Pensé a veces que estaba solo en esa preguntadera que es la vida cuando entras a la tercera edad pero no. Millones se interesan en esta «extrañeza contagiosa» del Chavismo, y como yo, del «hecho» comunicacional. Esa manera particular del cómo el chavismo «muta», se «acopla» a cada lucha contra la injusticia en cualquier rincón del planeta. 
 
Y nos llegaban fotografías, y selfies en México. Y fotos con muñecos de nieve en New York y sobre un Ferrari en Miami. Nos llegaban cuentos y chats narrando lo bien que se vivía disfrutando las bondades del capitalismo. Se multiplicaron los post de «no extraño nada». «Se vive rico». 
 
El silencio del migrante que no cuenta sus penas a la venezolana. Todo el mundo echaba para alante y nadie se quejaba. La xenofobia no existía. El odio político es una realidad, una práctica legitimada por la burguesía. 
 
Se borró el historial chavista. Se olvidaron los límites. Se nos dijo cualquier ofensa. Entonces esta pandemia comenzó a revelar los «secretos» de la migración. 
 
 
Miles de compatriotas se encuentran regresando. Fundamentalmente por el caos sanitario en Colombia, y el precio de los tratamientos. Testimonios de «trochas calientes» o puntos geográficos de contrabando en la frontera. De negocios y asesinos, de discriminación psicológica , verbal y física. De «racismo político». De hambre y miseria.
 
Los cuentos son feos. Las caras de los repatriados narran su dolor. Miles de venezolanos huyen del genocidio en Brasil, de la indolencia de los gobiernos neoliberales con el pueblo. La migra que no sale en yotube ni en noticieros. La migracion que importa, cientos de miles de seres humanos, venezolanos que cruzan las fronteras y vuelven con menos de lo que salieron. La cruda verdad en un abrazo de agradecimiento. A muchos los hemos dejado en casa, con su familia. El corazón de Venezuela. 
 
La migración que importa no es la de Instagram. No son las figuras de la farándula Patreon. No es la migración de Miami que sueña con «tomar desiciones» en tierra de carteles latinoamericanos. Esa clase privilegiada venezolana con sus ladrones y sus pocos honorables, racista, radical, con ganas de ver cadáveres con la bandera de Venezuela encima. O con un bolso Tricolor. 

Orlando Romero Harrington

Artista audiovisual, bloguero, asesor político en comunicación, profesor universitario y analista político. Ha trabajado como docente universitario, fue responsable de la comunicación en la ELAM Venezuela y Director de Imagen en Venezolana de Televisión (VTV). Pertenece a la Junta Directiva de AvilaTv, es presidente de la productora audiovisual Kapow y actualmente se desempeña como asesor de campañas electorales.

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