El Golpe por WhatsApp

«Nosotros no necesitamos a los grandes medios. Te dan prestigio, pero no nos hacen falta para llegar a ese público que nos interesa y que vive pegado al móvil. Siempre pienso en los contenidos que me gustaría a mí recibir a través de WhatsApp y que la gente compartiría. El voto se consigue generando todos los días estímulos en el electorado». Manuel Mariscal (estratega digital VOX, España)

 

Jair Bolsonaro no hizo un mitin, no apareció en entrevistas por los medios tradicionales, no hizo radio. Poco en propaganda impresa. Después de la puñalada no hizo falta. Lo que hemos dicho siempre, la comunicación es un animal salvaje, hambriento, de memoria corta y gustos bizarros. Y allí tenía a Whatsapp, un canal directo con el usuario sin más filtro que la capacidad de resistirse a la neofilia, el signo de los tiempos. Influyó el uso del medio en los resultados electorales? Por supuesto que sí. Pero lo que conmocionó a la sociedad brasilera fue el mensaje. Para hablar de la influencia del Whatsapp en la política contemporánea no podemos restringirnos al medio, como elemento central del análisis. Lo fundamental de hacer política, comunicar política, es la naturaleza del mensaje, que a su vez es el propio medio: mejor lo dijo McLuhan. El medio es el mensaje, el whatsapp es el mensaje, la herramienta es un modo de vida nuevo, una circunstancia que se convirtió en conducta. La dualidad del término, un escaparate para albergar dos elementos no molesta, mas bien inquieta.

Si Whatsapp en Venezuela es el teléfono gratis para hablar todo el día, significa que estamos conectados a Whatsapp todo el día. Además te permite ver videos, mandar fotos, tener sexo, vender vainas, chancear, leer la noticia, ahogar las penas, salvar vidas, mantenerte cerca. Un medio afectivo, íntimo, omnipresente. Te propongo algo: Si pensamos que la comunicación es un ente, intelectual y físico que te encuentras en el camino yo diría que hablamos de una comunicación fría cuando observamos una valla. Los microsegundos de percepción arrojan un mínimo de información, puesto que está concebida para enviar máximo tres contenidos, ideas englobadas en una imagen. Pero un mensaje a tu teléfono significa que alguien tiene tu número, en el mayor de los casos ese alguien es conocido, a veces cercano. Ese tipo de mensaje se lee en la soledad muchas veces, en momentos de descanso, o plena actividad (allí debemos estudiar el tema de la cercanía del otro) pero seguramente, va a ser percibido con atención, quizás compartido, quizás comentado y vuelto a ver. Hablamos de comunicación íntima. Caliente.

Por ser cálida, la tendencia del mensaje es cercana, y el medio es cercano. La puerta cerrada que ilusoriamente crees tener en tu privacidad, no existe. Los números telefónicos son los códigos de acceso a tu corazón. Los mensajes de whatsapp son tendencia por tanto, verídica. Es decir, cuando te llega un mensaje de uno de tus contactos, tu crees que esencialmente es verdad. Puedes tener la duda previa dependiendo de la cercanía y el conocimiento del contacto que te lo envíe pero esencialmente, lo recibes con ese precepto. 

Si eso es así, Bolsonaro había sido apuñalado por el hampa brasilera chavista, o quizás mandado a asesinar por los socios de los ladrones y corruptos del PT, los que se robaron todo el dinero y nos mantienen en esta pobreza mientras ellos viven como reyes. Entonces Bolsonaro,resucitado de las cenizas es hoy un ángel vengador, representante de Dios que va a acabar con todo lo malo, lo oscuro, lo diferente, lo negro y lo indio, lo pobre y lo chavista. El guión estaba armado para una narrativa, un storytelling medular de una campaña planificada sin un ápice de verguenza, de decencia o de honestidad. Una campaña que fué un atentado terrorista a la psiquis del brasileño, conectado perenne a la telefonía. 

La dualidad de la comunicación telefónica, digital permite hacer esta masacre:  «Según un informe de Datafolha, el 61% de sus votantes (Bolsonaro) se informó durante las elecciones a través de WhatsApp. Una investigación del periódico Folha de S. Paulo desveló después que el 97% de esas noticias que compartían en sus móviles los seguidores del nuevo presidente eran falsas o manipuladas.» La barbarie no tiene referencia en ningún país latinoamericano, con excepción de Venezuela. Ni siquiera el asesino de la gestión comunicacional Mauricio Macri y la data que manejó Cambridge Analytics, en su sobreexposición focalizada de gestión municipal a través de Facebook utilizó de manera tan perversa los medios digitales. 

Si partimos de la reflexión sobre el informe Digital News Report, elaborado anualmente por el Instituto Reuters de la Universidad de Oxford (asegura que el uso de WhatsApp para el consumo de información se ha duplicado en los últimos cuatro años, coincidiendo con la crisis de Facebook y el desplome de la prensa) podemos comprender la gravedad del terrorismo comunicacional que esconde un nuevo intento de golpe en Venezuela. Ese carácter íntimo, cálido que hemos referido esconde una filosa arista: no puede ser rebatido, no tiene censura, muchas veces es anónimo y no tiene filtro. Hoy Venezuela se asoma a una campaña masiva de desinformación, con noticias falsas que circulan cada hora. La infiltración en grupos de izquierda por cuentas o personajes que cuestionan y demarcan los errores de la Revolución Bolivariana, atizando la desesperación por la guerra económica. Los llamados a huelgas, paros y manifestaciones en los días antes del 10 de Enero. La decepción de supuestos militantes, la satirización de personajes y situaciones, los rumores. Una madeja de laboratorio que entra a tu teléfono sin freno y sin control. Un camión de mensajes para generar estados emocionales de tensión, preocupación, desesperación. Una rabia generada por una agresión imperialista sin parangón, que quiere cambiar convencernos de que estamos así por nuestra terquedad.

 El nuevo marketing político, el furor de la propaganda actual descubrió que «para las personas de más de 65 años la tele sigue siendo su fuente de información y de credibilidad; sin embargo los electores de entre 18 y 35 tienen un consumo totalmente diferente. En 2018, por primera vez, la televisión ha dejado de ser la primera fuente porque la gente ya se informa por redes sociales e internet. Cada vez más por WhatsApp, que es donde está todo el mundo». Y todo el mundo está sufriendo los embates de la crisis auspiciada por el imperialismo. Toda Venezuela cruje por la violencia económica de una volatilidad psicópata del mercado. Esas emociones negativas, un caldo perfecto para la combustión emocional no puede encontrar cauce sino en la comunicación. Quisiera el Pentágono la alternativa insurreccional. Sin embargo, hay que tomarse todo el tiempo necesario, y volver a calcular e interpretar la idosincracia nuestra porque eso no va a pasar. El gran error de Estados Unidos es aplicar fórmulas ajenas a nuestra realidad. Su gran fracaso es la huelga silenciosa, expectante con que vivimos estos días. El guión está cantado, el enemigo buscará un hecho notorio para exacerbar los odios. No tienen músculo. Internamente, la sedición no encuentra asidero. 

La gran alharaca internacional es amplificada, masificando un supuesto castigo, amenazando a los chavistas, pidiendo quedarse en su casa, cerrar los negocios al peor estilo paramilitar. La respuesta es la tranquilidad, la burla y el avance silencioso en conquistar nuevos terrenos, nuevas maneras de «menear» información. Fuego contra fuego, pero desde aquí tenemos la carta bajo la manga: nosotr@s hemos hecho comunicación guerrilla toda la vida. No van a venir ustedes a enseñarnos ni a sorprendernos con nada. Como decía alguien por allí: cuando ustedes van a tumbar el mango, nosotros estamos debajo de la mata comiéndonos la jalea. 

@orhpositivoatak

Orlando Romero Harrington

Artista audiovisual, bloguero, asesor político en comunicación, profesor universitario y analista político. Ha trabajado como docente universitario, fue responsable de la comunicación en la ELAM Venezuela y Director de Imagen en Venezolana de Televisión (VTV). Pertenece a la Junta Directiva de AvilaTv, es presidente de la productora audiovisual Kapow y actualmente se desempeña como asesor de campañas electorales.

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