Venezuela en las calles es otra cosa

Las calles dicen otra cosa. El discurso que se maneja en redes sociales no es un fiel reflejo de la realidad venezolana, eso es lógico si se parte de la naturaleza del medio digital y sus plataformas. Ciertamente, las plataformas digitales de intercambio social poseen características que los venezolanos hemos asumido empíricamente y de manera tácita.

Twitter, por ejemplo, es el medio ideal para la política, un campo de batalla constante en donde la recompensa se llama instalación de matriz de opinión. Al respecto, vale definir a la matriz de opinión digital como una idea central, compartida por miembros de una comunidad que es permeable de interpretaciones de diverso tipo. Burla, aceptación, cariño, odio, sentimientos y actitudes de los usuarios que son instrínsecas al medio, puesto que en lo digital el usuario interviene de manera directa en el medio para agregar, suprimir, metaforizar y demás técnicas literarias de interpretación para generar nueva información sobre la matriz.

Pero en la calle reina un espíritu de conversa, de intercambio de saberes. Rápidamente, el pueblo venezolano se está adaptando a la novedad de la moneda electrónica. Poco a poco se digiere una nueva visión, alejada de la supremacía de dólar y sus implicaciones económicas. La sensación de actividad se expresa en los jóvenes, principalmente. Los de mayor edad asumen la nueva política cambiaria con esperanza. Es lógico, repito que la dificultad de acceso y los procesos de reconversión mentales cuesten. Pero la actitud es de pelea. Obviar ese sentir es negar la esencia del venezolano, ávido de cambios.

A diario hay pequeños negocios, consultas de bolsa, de casas de cambio. Preguntas del peatón, búsqueda de efectivo y al encontrarlo, especulaciones sobre le futuro. Hay ojos alerta con los precios acordados, fotos en teléfonos inteligentes. Hay detenidos, y ese espíritu enerva a los compradores. Hay desconcierto, cómo negarlo. Pero el desconcierto que vale la pena narrar es el de la derecha política en Venezuela.

Un shock, fulminante. La derecha, matizada en empresarios y distribuidores de mercancía bajan sus rejas, cierran sus santamarías mientras desesperados remarcan precios, atentos al instagram (medio de chismes por excelencia) a ver a quién se han llevado preso. Los más osados abren rápido y cierran ligero. Otros no corren con tanta suerte y la paranoia no los deja robar con cancha. Cambian precios a diario, mientras cada ojo y cada teléfono puede significar cárcel. Los hogareños revisan las redes, preguntándose uno a otro qué hacer. Los más tranquilos siguen tomando prozac, mientras revisan sus correos electrónicos. Shock fulminante. Mortal.

No hay oposición política en Venezuela. Hoy el chavismo se hace responsable del futuro del país mientras una Asamblea Nacional observa impotente y siempre atorrante el devenir de la historia, mientras unos líderes burlesque convocan a paro nacional y no lo cumplen ni sus esposas. El ojo del huracán que sabe a intervención todos los días, y todos los días anochece con la primera plana de la cobardía imperial y la bajeza de los cipayos regionales.

Orlando Romero Harrington

Artista audiovisual, bloguero, asesor político en comunicación, profesor universitario y analista político. Ha trabajado como docente universitario, fue responsable de la comunicación en la ELAM Venezuela y Director de Imagen en Venezolana de Televisión (VTV). Pertenece a la Junta Directiva de AvilaTv, es presidente de la productora audiovisual Kapow y actualmente se desempeña como asesor de campañas electorales.

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